miércoles, 29 de diciembre de 2010

11 deseos para 2011

¿Qué le pido al Nuevo Año? No le pido nada, no espero nada, eso sí le ofrezco:
 
1. Esfuerzo, para tener más y mejor trabajo
2. Imaginación, para crear nuevas oportunidades
3. Una posición amigable con los demás, para facilitar relaciones positivas y duraderas
4. Confianza en mi y en los demás, para generar más confianza (de lo que estamos muy necesitados)
5. Optimismo, para esperar mejores cosas del futuro que del pasado
6. Emociones, para seguir enriqueciéndome y enriqueciendo a los demás
7. Sacrificio, para cuando las cosas se ponen difíciles
8. Estímulos, para superar las etapas que me lleven a la meta
9. Humildad, para seguir creyendo que no soy lo suficientemente bueno y capaz en lo que hago
10. Generosidad, para no tener nunca que esperar a dar para recibir
11. Esperanza, para creer que lo mejor, siempre, está por llegar
 
 
Estos 11 compromisos le ofrezco al 2011 y, por supuesto, también a ti.
 
Feliz 2011!!

jueves, 16 de diciembre de 2010

Tenemos que empezar a olvidarnos de la crisis

2011 será lo que nosotros queramos que sea. Sí con esta contundencia quiero comenzar a pensar en lo que va a ser el próximo año.
Independientemente de las ideas políticas, de las gestiones partidistas y de cualquier otra índole, la responsabilidad de la evolución económica es de todos, como conjunto y si nos volcamos a trabajar, a tener mayor acceso a conocimientos y experiencias compartidas y abrimos las puertas a la innovación personal, profesional y empresarial, el 2011 será, insisto, lo que queramos que sea.
Es cierto que remar en dirección contraria a la corriente es difícil y esforzado, pero es nuestra recomendación para poder salir del agujero en el que nos hemos / han metido y en el que llevamos sumidos tres años y medio.
¿Qué necesitamos para conseguirlo? Grandes dósis de ilusión, mucho esfuerzo, un potente compromiso con lo que hacemos y esperanza en positivo de que vamos a ser capaces de salir adelante, de avanzar. A todo ello debemos sumarle un elemento imprescindible, elemento al que nos deberemos acostumbrar en los próximos cuatro a cinco años: Saber adaptarnos al cambio, ser flexibles, pensar que lo que hoy vale, mañana ya deja de tener sentido y debemos pasar página a otra dinámica diferente de la que estábamos acostumbrados. De algún modo debemos acostumbrarnos a no tener costumbres, al menos en los planos profesionales y empresariales; esta actitud nos permitirá saber que lo único que necesitamos es capacidad de percibir cómo evoluciona el entorno y cuál es mi grado de adaptación a él y si no es adecuado, virar el rumbo con la rapidez suficiente para que la tormenta no nos pille desprevenidos.

Ánimo a todos, lo conseguiremos.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Artículo de El Mundo

La cuesta de enero, febrero, marzo...

A seis de cada diez familias cántabras les cuesta llegar a fin de mes... y al principio del mes siguiente, a este paso. Cuando los ingresos escasean el ahorro se resiente y nos cuesta afrontar el futuro inmediato. Y quien más lo padece sufre en sus carnes el no ser capaz de ver un futuro esperanzador.

Hace unos días leía en El Diario que el 53% de nuestros conciudadanos no ahorra, que el 86% ha congelado los gastos en los últimos tiempos, que un 7%, tan sólo, se ha podido ir de vacaciones en el verano pasado y que un 23% de los hogares tiene, al menos, a una persona en paro. Pero, para todos ellos lo peor es que sus expectativas no son nada halagüeñas pues el 41% piensa que su situación ha ido a peor y tan sólo un 4% siente que ha ido a mejor.

Días atrás en unas jornadas hablábamos de la Navidad, que está a la vuelta de la esquina: de cómo iba a ser, en cuanto a consumo y demanda. Mi percepción es que estas Navidades volveremos a tirar lo poco o mucho de casa que nos quede por la ventana de la necesidad de echarnos alguna alegría al cuerpo. A un cuerpo en algunos casos con llagas tras tantos meses de penurias. Cultural y antropológicamente nuestra sociedad está acostumbrada a pensar que en las fiestas navideñas no se puede tener miseria, ni propia ni ajena. No puede parecer que padecemos penurias, necesitamos creer en esa “magia” de la Navidad y somos capaces de hipotecar unos buenos manjares o unos regalos excesivos, sacados de contexto, para volver a padecer una cuesta, incuestionable, de enero, de febrero, de marzo y no sé así, hasta donde llegaremos. En Navidad queremos ser felices, comer perdices y todo cuanto se nos antoje, o se les antoje a los que dependen de nosotros. Luego, luego Dios dirá, que de sus fiestas se trata, algunos dirán.

De todos modos lo que no podemos hacer es congelar nuestro optimismo de que seremos capaces de salir adelante, con la ayuda o no de quienes nos gobiernan o mal gobiernan. Tampoco podemos permitirnos el lujo de meter la cabeza en la arena del conformismo o resguardarnos hasta que pase el chaparrón. Es tiempo de arrimar el hombro, unos con otros, y salir adelante. Y aunque luego los políticos de turno dirán que fue gracias a ellos, todos sabremos que el mérito habrá sido de todos y cada uno de los que, ante la crisis, apechugamos, nos esforzamos, nos ilusionamos y tiramos para adelante; que luego no se le olvide a nadie, por favor.

¿Y sabe qué le digo? Que sí, que le animo a que disfrute de todos los excesos de una buena Navidad (dos semanucas, tampoco pensemos que las Navidades duran todo el año), que abra muchos regalos, que los tiene merecidos, pero sobre todo, que se dé el mejor de todos los regalos, el de ser lo más razonablemente posible, feliz. Feliz Navidad.

La economía insostenible

Me ha de disculpar, querido lector, pero de nuevo tenemos que hablar de economía. La Contabilidad Nacional se empeña en aguarnos la fiesta, y tenemos los pantanos al 100%. Y esto es así porque ya llevamos siete trimestres seguidos con disminuciones del PIB (o si lo prefiere con el eufemismo de crecimiento negativo). Estamos en recesión y todo ello nos lleva a una secesión, a una división aún mayor entre ricos y pobres, tanto intramuros como fuera de nuestras fronteras. En este rocambolesco episodio el FMI, la UE, el BCE y todas las siglas habidas y por haber nos colocan en el furgón de cola de esta Unión que cada vez anima más a la desunión. A este paso lo de la Europa de las dos velocidades se está convirtiendo en un tráiler con doce marchas y una marcha atrás que muchos se encargan de acelerar; a ver a dónde llegamos con estas amistades peligrosas.

La bolsa se está convirtiendo en una montaña rusa con un triple salto mortal. La deuda del Estado español requiere más garantías que un préstamo bancario a un arruinado. Los ratings se ceban en descalificarnos, es como si nos insultaran (de hecho así lo hacen, al dinero de todos los españoles). Ratings que en el inicio de la crisis perdieron todo crédito y ahora pretenden que lo perdamos los demás, gracias a ellos. Premios Nobel de Economía se regodean en señalarnos con el dedo acusador generando unas expectativas que, a fuerza de mentarlas, pretenden que se conviertan en vaticinios.

Creíamos haber pasado el sarampión y ahora el riñón se nos resiente, el riñón de nuestros ahorros de inversión, del empobrecimiento como país. Hasta nos quieren quitar el euro y que volvamos a nuestra empobrecida, y roñosa ya, peseta. Esto es insostenible, señores, a todas luces es insostenible.

No digo que no haya parte de razón en las valoraciones que desde fuera nos hacen, pues desde dentro ya estamos todos convencidos de que si nos quejamos podemos ser tachados de antipatriotas. Hemos padecido una enfermedad que se ha caracterizado por la acción vírica de dos fenómenos que la Historia se encargará de poner en su sitio. De un lado, mientras el mundo vivía convencido de que estaba en plena crisis a finales del año 2007 (no olvidemos que los primeros signos se produjeron en julio de ese mismo año con las famosas hipotecas basura norteamericanas), nuestro anterior gobierno se empeñaba en decirnos: “Crisis, what crisis?” Esto provocó que mientras que todos los demás países se pusieron manos a la obra para paliar la situación lo antes posible, nosotros nos dedicamos a debatir, a modo de margarita, si crisis sí o si crisis no. Ello ha propiciado que ahora las manos no puedan ir a la obra y manos sobre manos más de ocho millones de ellas estén. En segundo lugar y en relación directa con lo anterior, una vez celebradas las elecciones en marzo de 2008, de repente, sin saber cómo, llegó la primavera y la crisis y nos pilló con el pie cambiado a todos. Lo suficientemente cambiado como para hacernos un buen esguince que ahora no sabemos cómo curar. El esguince se produjo al trastabillar nuestros pasos con medidas improvisadas, en algunos casos deficientes, o demasiado apresuradas, o como globos sonda que ejercían un efecto más doliente que si la medida se hubiera tomado en realidad. Más aún, los globos sonda propician que los agentes sociales y económicos se hagan fuertes en su inmovilismo y que el gobierno se debilite poniendo en sus bocas eufemismos que describen ilusoriamente una realidad que no es tal.

Bajo estas circunstancias, poco recomendables para cualquier nación, mi optimismo enfermizo me lleva a pensar que nuestra sociedad, la que construimos los españolitos de a pie, como siempre ha sucedido, sabrá sobreponerse con más éxito que otros ante la mayor de las dificultades. Los pequeños empresarios, las grandes empresas (todas las que han conseguido aguantar hasta el momento presente), nuestras pocas, selectas y exquisitas empresas multinacionales, todos, sabremos salir adelante y cuanto más insostenible sea el equilibrio inestable en el que nos encontremos, mayores y mejores recursos encontraremos para aclarar nuestras posibilidades de mejora. Estoy convencido de que vamos a ser capaces de reaccionar como un resorte comprimido dentro de una caja de sorpresas (sin que salga el payaso, y sin hacer el payaso).

Creo que somos de una pasta especial (a ver si con esto nos animamos a ganarla). Somos Aves Fénix resurgiendo de las cenizas de nuestro empobrecimiento tardío y ello nos permite sacar fuerzas de flaqueza, después de siete trimestres a régimen de crecimientos y optimismos económicos. Por eso confío en que el sector emprendedor de la economía va a ser capaz de encontrar los huecos que el mercado siempre brinda a los que se arriesgan, a los que saben ver más allá de lo obvio, a quienes saben que son estos los tiempos decisivos para sembrar los buenos negocios de mañana. A todos ellos animo a afrontar este tiempo de oportunidad (quiero pensar que justo ahora ya no debemos hablar de crisis, sino de oportunidades de mejora) invirtiendo en sectores de futuro, apostando porque el crecimiento llegará más antes que después. Siguiendo un símil deportivo que lidera nuestro gran Fernando Alonso, 2010 es el año de las vueltas para salir en la pool position en el 2011. Tiene que ser el año de la recuperación, no de la revancha por todos los desmanes anteriores, como quizá muchos piensen. El año de la recuperación será cuando los brotes sean verdes, verdes de verdad, y no viejas plantas maquilladas de verde.

Creo que, una vez más, los españoles haremos sostenible lo insostenible, es nuestro sino.

Especula que algo queda


¡Qué desGrecia! Sí, ha leído bien, desGrecia. Por ahí han empezado estos nuestros males que ahora nos acechan, como lobos en jauría esperando a que las fuerzas nos flaqueen para asaltar nuestros pobres ahorros que, como país, hemos conseguido hasta este momento.

Hacía tiempo que los señores de la especulación (no miro a nadie pero todos sabemos hacia dónde se dirige mi mirada), el lado oscuro de la economía, no daba señales de vida, mejor dicho, señales de muerte. La serpiente de la especulación nos ha mordido de lleno, éramos los siguientes, junto a Portugal, los PIGS que con tanto deshonor nos habían agrupado, como cerdos antes de entrar al matadero.

Especula que algo queda, difama, pon en cuestión la credibilidad de cualquier tipo de institución pública o financiera y tendrás todas las papeletas para que el desconfiado dinero nos dé las espaldas buscando un mejor árbol al que arrimarse y que una buena sombra le cobije.

El especulador tiene dos armas bien cargadas: el dinero para jugar en una batalla en la que la desconfianza siempre gana, y la influencia, el lobby que permita que medios de comunicación afines o interesados puedan difundir el bulo con la suficiente credibilidad para que, con un poco de tiempo, deje de ser un bulo y gracias a la actuación de “los mercados” se convierta en una realidad aplastante de la cual ya nadie se pueda librar.

Si en el terreno de lo personal alguien difama, a pesar de que luego la fuente se desdiga, siempre queda la duda de la honestidad o fiabilidad del encausado. No digamos nada la dimensión del efecto cuando se trata de lo más desconfiado que existe en el entorno del ser humano, el dinero.

En estos días estamos viviendo este efecto que supuestamente ha sido provocado por unos cuantos especuladores, como ya sucedió en su día cuando sacaron a la libra del SME o provocaron la devaluación de la peseta. Penalmente esto se debería perseguir con más intensidad, si cabe, que cuando se trata de una difamación, pues en este caso, tan sólo con sembrar la duda es suficiente como para que todo el entramado del Estado se desmorone y esto nos va a costar mucho más que la tan traída y llevada subida del IVA en julio próximo. Esta jugada en la que unos pocos se van a enriquecer enormemente a costa del empobrecimiento de muchos tendría que ser debidamente investigada, perseguida y castigada. No puede quedar impune.