Me ha de disculpar, querido lector, pero de nuevo tenemos que hablar de economía. La Contabilidad Nacional se empeña en aguarnos la fiesta, y tenemos los pantanos al 100%. Y esto es así porque ya llevamos siete trimestres seguidos con disminuciones del PIB (o si lo prefiere con el eufemismo de crecimiento negativo). Estamos en recesión y todo ello nos lleva a una secesión, a una división aún mayor entre ricos y pobres, tanto intramuros como fuera de nuestras fronteras. En este rocambolesco episodio el FMI, la UE, el BCE y todas las siglas habidas y por haber nos colocan en el furgón de cola de esta Unión que cada vez anima más a la desunión. A este paso lo de la Europa de las dos velocidades se está convirtiendo en un tráiler con doce marchas y una marcha atrás que muchos se encargan de acelerar; a ver a dónde llegamos con estas amistades peligrosas.
La bolsa se está convirtiendo en una montaña rusa con un triple salto mortal. La deuda del Estado español requiere más garantías que un préstamo bancario a un arruinado. Los ratings se ceban en descalificarnos, es como si nos insultaran (de hecho así lo hacen, al dinero de todos los españoles). Ratings que en el inicio de la crisis perdieron todo crédito y ahora pretenden que lo perdamos los demás, gracias a ellos. Premios Nobel de Economía se regodean en señalarnos con el dedo acusador generando unas expectativas que, a fuerza de mentarlas, pretenden que se conviertan en vaticinios.
Creíamos haber pasado el sarampión y ahora el riñón se nos resiente, el riñón de nuestros ahorros de inversión, del empobrecimiento como país. Hasta nos quieren quitar el euro y que volvamos a nuestra empobrecida, y roñosa ya, peseta. Esto es insostenible, señores, a todas luces es insostenible.
No digo que no haya parte de razón en las valoraciones que desde fuera nos hacen, pues desde dentro ya estamos todos convencidos de que si nos quejamos podemos ser tachados de antipatriotas. Hemos padecido una enfermedad que se ha caracterizado por la acción vírica de dos fenómenos que la Historia se encargará de poner en su sitio. De un lado, mientras el mundo vivía convencido de que estaba en plena crisis a finales del año 2007 (no olvidemos que los primeros signos se produjeron en julio de ese mismo año con las famosas hipotecas basura norteamericanas), nuestro anterior gobierno se empeñaba en decirnos: “Crisis, what crisis?” Esto provocó que mientras que todos los demás países se pusieron manos a la obra para paliar la situación lo antes posible, nosotros nos dedicamos a debatir, a modo de margarita, si crisis sí o si crisis no. Ello ha propiciado que ahora las manos no puedan ir a la obra y manos sobre manos más de ocho millones de ellas estén. En segundo lugar y en relación directa con lo anterior, una vez celebradas las elecciones en marzo de 2008, de repente, sin saber cómo, llegó la primavera y la crisis y nos pilló con el pie cambiado a todos. Lo suficientemente cambiado como para hacernos un buen esguince que ahora no sabemos cómo curar. El esguince se produjo al trastabillar nuestros pasos con medidas improvisadas, en algunos casos deficientes, o demasiado apresuradas, o como globos sonda que ejercían un efecto más doliente que si la medida se hubiera tomado en realidad. Más aún, los globos sonda propician que los agentes sociales y económicos se hagan fuertes en su inmovilismo y que el gobierno se debilite poniendo en sus bocas eufemismos que describen ilusoriamente una realidad que no es tal.
Bajo estas circunstancias, poco recomendables para cualquier nación, mi optimismo enfermizo me lleva a pensar que nuestra sociedad, la que construimos los españolitos de a pie, como siempre ha sucedido, sabrá sobreponerse con más éxito que otros ante la mayor de las dificultades. Los pequeños empresarios, las grandes empresas (todas las que han conseguido aguantar hasta el momento presente), nuestras pocas, selectas y exquisitas empresas multinacionales, todos, sabremos salir adelante y cuanto más insostenible sea el equilibrio inestable en el que nos encontremos, mayores y mejores recursos encontraremos para aclarar nuestras posibilidades de mejora. Estoy convencido de que vamos a ser capaces de reaccionar como un resorte comprimido dentro de una caja de sorpresas (sin que salga el payaso, y sin hacer el payaso).
Creo que somos de una pasta especial (a ver si con esto nos animamos a ganarla). Somos Aves Fénix resurgiendo de las cenizas de nuestro empobrecimiento tardío y ello nos permite sacar fuerzas de flaqueza, después de siete trimestres a régimen de crecimientos y optimismos económicos. Por eso confío en que el sector emprendedor de la economía va a ser capaz de encontrar los huecos que el mercado siempre brinda a los que se arriesgan, a los que saben ver más allá de lo obvio, a quienes saben que son estos los tiempos decisivos para sembrar los buenos negocios de mañana. A todos ellos animo a afrontar este tiempo de oportunidad (quiero pensar que justo ahora ya no debemos hablar de crisis, sino de oportunidades de mejora) invirtiendo en sectores de futuro, apostando porque el crecimiento llegará más antes que después. Siguiendo un símil deportivo que lidera nuestro gran Fernando Alonso, 2010 es el año de las vueltas para salir en la pool position en el 2011. Tiene que ser el año de la recuperación, no de la revancha por todos los desmanes anteriores, como quizá muchos piensen. El año de la recuperación será cuando los brotes sean verdes, verdes de verdad, y no viejas plantas maquilladas de verde.
Creo que, una vez más, los españoles haremos sostenible lo insostenible, es nuestro sino.
La bolsa se está convirtiendo en una montaña rusa con un triple salto mortal. La deuda del Estado español requiere más garantías que un préstamo bancario a un arruinado. Los ratings se ceban en descalificarnos, es como si nos insultaran (de hecho así lo hacen, al dinero de todos los españoles). Ratings que en el inicio de la crisis perdieron todo crédito y ahora pretenden que lo perdamos los demás, gracias a ellos. Premios Nobel de Economía se regodean en señalarnos con el dedo acusador generando unas expectativas que, a fuerza de mentarlas, pretenden que se conviertan en vaticinios.
Creíamos haber pasado el sarampión y ahora el riñón se nos resiente, el riñón de nuestros ahorros de inversión, del empobrecimiento como país. Hasta nos quieren quitar el euro y que volvamos a nuestra empobrecida, y roñosa ya, peseta. Esto es insostenible, señores, a todas luces es insostenible.
No digo que no haya parte de razón en las valoraciones que desde fuera nos hacen, pues desde dentro ya estamos todos convencidos de que si nos quejamos podemos ser tachados de antipatriotas. Hemos padecido una enfermedad que se ha caracterizado por la acción vírica de dos fenómenos que la Historia se encargará de poner en su sitio. De un lado, mientras el mundo vivía convencido de que estaba en plena crisis a finales del año 2007 (no olvidemos que los primeros signos se produjeron en julio de ese mismo año con las famosas hipotecas basura norteamericanas), nuestro anterior gobierno se empeñaba en decirnos: “Crisis, what crisis?” Esto provocó que mientras que todos los demás países se pusieron manos a la obra para paliar la situación lo antes posible, nosotros nos dedicamos a debatir, a modo de margarita, si crisis sí o si crisis no. Ello ha propiciado que ahora las manos no puedan ir a la obra y manos sobre manos más de ocho millones de ellas estén. En segundo lugar y en relación directa con lo anterior, una vez celebradas las elecciones en marzo de 2008, de repente, sin saber cómo, llegó la primavera y la crisis y nos pilló con el pie cambiado a todos. Lo suficientemente cambiado como para hacernos un buen esguince que ahora no sabemos cómo curar. El esguince se produjo al trastabillar nuestros pasos con medidas improvisadas, en algunos casos deficientes, o demasiado apresuradas, o como globos sonda que ejercían un efecto más doliente que si la medida se hubiera tomado en realidad. Más aún, los globos sonda propician que los agentes sociales y económicos se hagan fuertes en su inmovilismo y que el gobierno se debilite poniendo en sus bocas eufemismos que describen ilusoriamente una realidad que no es tal.
Bajo estas circunstancias, poco recomendables para cualquier nación, mi optimismo enfermizo me lleva a pensar que nuestra sociedad, la que construimos los españolitos de a pie, como siempre ha sucedido, sabrá sobreponerse con más éxito que otros ante la mayor de las dificultades. Los pequeños empresarios, las grandes empresas (todas las que han conseguido aguantar hasta el momento presente), nuestras pocas, selectas y exquisitas empresas multinacionales, todos, sabremos salir adelante y cuanto más insostenible sea el equilibrio inestable en el que nos encontremos, mayores y mejores recursos encontraremos para aclarar nuestras posibilidades de mejora. Estoy convencido de que vamos a ser capaces de reaccionar como un resorte comprimido dentro de una caja de sorpresas (sin que salga el payaso, y sin hacer el payaso).
Creo que somos de una pasta especial (a ver si con esto nos animamos a ganarla). Somos Aves Fénix resurgiendo de las cenizas de nuestro empobrecimiento tardío y ello nos permite sacar fuerzas de flaqueza, después de siete trimestres a régimen de crecimientos y optimismos económicos. Por eso confío en que el sector emprendedor de la economía va a ser capaz de encontrar los huecos que el mercado siempre brinda a los que se arriesgan, a los que saben ver más allá de lo obvio, a quienes saben que son estos los tiempos decisivos para sembrar los buenos negocios de mañana. A todos ellos animo a afrontar este tiempo de oportunidad (quiero pensar que justo ahora ya no debemos hablar de crisis, sino de oportunidades de mejora) invirtiendo en sectores de futuro, apostando porque el crecimiento llegará más antes que después. Siguiendo un símil deportivo que lidera nuestro gran Fernando Alonso, 2010 es el año de las vueltas para salir en la pool position en el 2011. Tiene que ser el año de la recuperación, no de la revancha por todos los desmanes anteriores, como quizá muchos piensen. El año de la recuperación será cuando los brotes sean verdes, verdes de verdad, y no viejas plantas maquilladas de verde.
Creo que, una vez más, los españoles haremos sostenible lo insostenible, es nuestro sino.
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