Nos lo tenían que confirmar, lo que para muchos era evidente. Tenían que venir de fuera para decirnos lo que nos pasa por dentro. Diamond, Mortensen y Pissarides, los tres premios Nobel de Economía de este año, reconocidos por sus trabajos en la modelización de las fricciones que se producen entre la oferta y la demanda de trabajo, nos confirman que las prestaciones por desempleo más generosas dan lugar a un mayor paro y a períodos de búsqueda de empleo (sin encontrarlo) más largos.
Este Nobel no es una novela, no es una ficción inventada, aunque la sabiduría popular siempre nos ha dicho que es mejor enseñar a pescar que dar peces; dicen estos economistas que mejor que indemnizar en exceso es ofrecer oportunidades de mejora y capacitación profesional que se ajusten a la demanda real de mercado. Nos recuerdan que tras una crisis siempre se producen desajustes entre los sectores de la economía que mueren y aquellos que surgen y que requieren unas capacitaciones distintas con una profesionalidad más específica. Y esto sólo lo consigue una formación adecuada a los nuevos tiempos.
Los cambios de hoy traerán los empleos de mañana, las posibilidades que brindan estos cambios son las tierras abonadas del empleo del futuro, el mañana lo tenemos que preparar hoy. ¿Alguien tiene alguna duda a este respecto?
¿Qué tenemos que hacer? Usted, yo, cualquiera en estos tiempos, si queremos aprovechar las oportunidades que surgen en nuestro entorno tenemos que tener, a mi juicio, tres ingrediente esenciales para poder prosperar. El primero y más importante es reconocer la necesidad de reciclar nuestros conocimientos y capacitaciones (en ocasiones simplemente consiste en revisar aquello que es esencial en tiempos de cambio y recordar principios elementales en lo que debe ser nuestro desempeño). En segundo lugar es tener el convencimiento de que queremos ir adelante, de que el pasado es pasado y no mueve molino, y que deseamos adaptarnos a las nuevas circunstancias. Esto siempre se ha llamado “querer”. Y en tercer lugar, para que querer sea poder, necesitamos adquirir las nuevas habilidades, los nuevos conocimientos, el barniz (aunque, en ocasiones, también deberemos acuchillar los suelos de nuestra mente, para que pueda impregnarse el barniz) que nos permita ser productivos para otros o para nosotros mismos, conforme al reto que cada uno tenga planteado y al riesgo que acepte o pueda asumir.
Con esos tres ingredientes el paro dejará de ser una lacra, pero para todo ello se necesita esfuerzo. El personal, que es doble: de un lado para desprender lo que se aprendió y que hoy no sirve y de otro para dedicar tiempo a tareas que, de entrada, nos son costosas hasta que no tomamos el hábito de aprender a aprender, de nuevo. El otro gran esfuerzo lo tienen que poner las instituciones para apoyar e incentivar que si queremos peces nos tenemos que mojar el culto.
Este Nobel no es una novela, no es una ficción inventada, aunque la sabiduría popular siempre nos ha dicho que es mejor enseñar a pescar que dar peces; dicen estos economistas que mejor que indemnizar en exceso es ofrecer oportunidades de mejora y capacitación profesional que se ajusten a la demanda real de mercado. Nos recuerdan que tras una crisis siempre se producen desajustes entre los sectores de la economía que mueren y aquellos que surgen y que requieren unas capacitaciones distintas con una profesionalidad más específica. Y esto sólo lo consigue una formación adecuada a los nuevos tiempos.
Los cambios de hoy traerán los empleos de mañana, las posibilidades que brindan estos cambios son las tierras abonadas del empleo del futuro, el mañana lo tenemos que preparar hoy. ¿Alguien tiene alguna duda a este respecto?
¿Qué tenemos que hacer? Usted, yo, cualquiera en estos tiempos, si queremos aprovechar las oportunidades que surgen en nuestro entorno tenemos que tener, a mi juicio, tres ingrediente esenciales para poder prosperar. El primero y más importante es reconocer la necesidad de reciclar nuestros conocimientos y capacitaciones (en ocasiones simplemente consiste en revisar aquello que es esencial en tiempos de cambio y recordar principios elementales en lo que debe ser nuestro desempeño). En segundo lugar es tener el convencimiento de que queremos ir adelante, de que el pasado es pasado y no mueve molino, y que deseamos adaptarnos a las nuevas circunstancias. Esto siempre se ha llamado “querer”. Y en tercer lugar, para que querer sea poder, necesitamos adquirir las nuevas habilidades, los nuevos conocimientos, el barniz (aunque, en ocasiones, también deberemos acuchillar los suelos de nuestra mente, para que pueda impregnarse el barniz) que nos permita ser productivos para otros o para nosotros mismos, conforme al reto que cada uno tenga planteado y al riesgo que acepte o pueda asumir.
Con esos tres ingredientes el paro dejará de ser una lacra, pero para todo ello se necesita esfuerzo. El personal, que es doble: de un lado para desprender lo que se aprendió y que hoy no sirve y de otro para dedicar tiempo a tareas que, de entrada, nos son costosas hasta que no tomamos el hábito de aprender a aprender, de nuevo. El otro gran esfuerzo lo tienen que poner las instituciones para apoyar e incentivar que si queremos peces nos tenemos que mojar el culto.
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