viernes, 16 de diciembre de 2011

Grandes o cortas distancias

Aunque no se lo crea no voy a escribirle del AVE, no, pretendo referirme a otro tipo de distancias, a las que nos marcamos o pretendemos marcarnos para recorrer en nuestros objetivos personales o profesionales a lo largo de nuestra vida.

Quizá a usted le ha sucedido en alguna ocasión en que se ha puesto en viaje, en coche, a un lugar distante y una población que se encuentre a medio camino le parece una distancia adecuada, incluso su grado de fatiga en ese punto intermedio es normal, aceptable, está a medio camino de la distancia final que es su objetivo de llegada; en este caso un pueblo pequeño al comienzo del recorrido ni siquiera es tenido en cuenta como punto de referencia. Ahora bien cuando ese lugar intermedio se convierte en el punto de destino, el pequeño pueblo se convierte en un hito en nuestro camino y el destino en una meta lograda con esfuerzo y cansancio consumado. ¿Qué pretendo decir? Que todos, absolutamente todos, recorreremos el camino que nos hayamos trazado con las ganas y la energía que se correspondan con el objetivo, con la distancia que pretendamos o necesitemos recorrer y nos sentiremos más frescos, con independencia de lo que hayamos recorrido, en función del objetivo que nos hayamos marcado, estemos en el punto que estemos. Por este motivo grandes personajes en la Historia, y en nuestra pequeña historia del entorno particular de cada uno de nosotros, han sido capaces de conseguir grandes logros con un esfuerzo equivalente al que a nosotros nos hubiera dejado sin fuelle, pues nuestras ambiciones eran mucho más limitadas que las suyas.

Si en su recorrido una determinada población, un objetivo que para mi es destino, para usted es terreno de transición, usted llegará más lejos, seguramente y yo en mi destino llegaré cansado y usted, en idéntico lugar dispondrá de la frescura suficiente como para llegar a un lugar más lejano, ambición que seguramente conseguirá.

Ser ambiciosos, contra todo pronóstico, así nos lo enseñan los talentos bíblicos, no es malo, todo lo contrario. Ser ambicioso en buena lid, ser más capaz que otros, poder llegar más lejos en determinada carrera que otros, no es malo, es muy sano y muy recomendable para la supervivencia y el instinto de conservación y mejora continua del ser humano. Sobre todo porque las ambiciones pueden ser de muchos colores; la más conocida es la económica, pero hay otras que hablan de afectos, de sentirse queridos o de logros personales, de sentirse útiles o simplemente la de ser feliz.

En este mapa de los destinos cada persona tenernos una determinada ciudad término, un objetivo (lamentablemente hay quienes no saben a dónde quieren llegar, al no haber un destino no paran de dar vueltas sobre sí mismos en círculos concéntricos que no llevan a ningún lugar y corren el riesgo de, tras mucho recorrer, volver a llegar al mismo punto de partida) al que pretendemos llegar. Igual que no hay dos pueblos iguales, en esta España nuestra, tampoco tiene porqué haber dos destinos iguales, cada uno tenemos el nuestro, las direcciones (las ambiciones) pueden ser las mismas para muchos de nosotros, pero las distancias que seamos capaces de recorrer dependerán única y exclusivamente de nosotros mismos; de nuestra preparación, entrenamiento, combustible, ganas, ilusión y capacidad de esfuerzo; cada uno con la suya.

¿Sabe a donde quiere ir? ¿Quiere ir a donde sabe que puede llegar? ¿Ha planificado la ruta? ¿Piensa que es tarde? (nunca lo es justo antes de empezar) ¿admira a quienes han llegado lejos en la dirección que usted ambiciona? Si tiene, si tenemos, respuesta a estas preguntas, pongámonos en marcha en la dirección deseada y sintiendo el viento en la cara, disfrutemos del camino que, en muchos casos, es más hermoso que el propio destino. Buena suerte.

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